Ciento veinte años atrás, cuando los hombres vestían de chaqueta con hombros cuadrados y solapas estrechas, cuando las mujeres lucían faldas largas de tonalidades oscuras, cuando las alpargatas recorrían las calles de Pamplona más que otro tipo de calzado; en el 25 de la calle Curia, tres hermanos, uno de ellos Joaquín Ezcurdia, abrieron un taller de ebanistería que más tarde se trasladaría al 13 de la Calle Eslava.  Sin saberlo, habían puesto la primera piedra de un legado que vería pasar un siglo entero y  duraría hasta el 31 de marzo de 2025, época donde no solo las tendencias de vestir han cambiado, sino la esencia del propio tejido comercial en el que la familia Ezcurdia se adentró por primera vez en 1905.